miércoles, 9 de diciembre de 2009

Miradas furtivas un miércoles a las once y algo.

No la conocía. No sabía ni su nombre, ni las cosas que le gustaban ni las que odiaba. Pero eso no significa que no piense en ella, que no sueñe con ella. Inventaba su voz, sus besos y recordaba sus miradas. No la conocía, pero la ansiaba. Y tenía miedo a acercarme a ella, conocerla y que no fuera perfecta. Todos los miércoles a las once y cuarto yo me subía al tren, la buscaba con la mirada y me sentaba cerca de ella. Ella me miraba, pero yo no tenía valor a aguantar su mirada. Yo bajaba la vista y ella sonreía. Cada día me gustaba más. Y cada día tenía menos valor para decirle algo. Me gustaría acercarme a ella, besarla, y no saber nada de ella. Me gustaría sentir su corazón, y que él me aconsejara qué hacer. Pero no, simplemente me sentaba y seguía pensando en ella. No diré que la amo, pero sí la deseo. Demasiado.

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